sábado, 7 de septiembre de 2013

Sin víctima no hay chiste.

El uso del humor se ha destacado desde los inicios de la publicidad, como uno de los recursos más efectivos de recordación del mensaje. Nada como nada buena carcajada para recordar la nueva marca de la cuadra, sin embargo, no hay nada peor que un chiste a medias, mal contado y sin nadie de quien reírnos. A quién no le dijeron de chiquito que no se riera de la señora que se cayó al bajar del bus, o del compañerito al que se le cayó el cono; sin embargo, nos reímos. Nos reímos entonces y nos reímos ahora que lo recordamos y es tan sincera nuestra risa, como el hecho de que nos estamos riendo de alguien, porque eso parte del humor. Por eso Charlie Brown nunca pudo patear su pelota, el Chavo siempre le atinó al señor Barriga y a Laura se le siguen cayendo los puentes.El problema en la publicidad, no es usar el humor como un recurso narrativo, el problema es cuando se recurre al humor y en algún punto entre escribir los guiones y editar el comercial, a alguien se le ocurre “pensar de manera políticamente correcta” y decide quitar al feo, porque no queremos insultar a los consumidores; eliminar a la flaca narizona porque las mujeres se pueden ofender y al deportista estúpido, porque no queremos que nadie se sienta señalado y mucho menos insultado, y así en un abrir y cerrar de ojos, nos quedamos sin víctima y sin chiste y el comercial no termina siendo, ni chicha, ni limonada.

El color de la carne

uno dos tres